El TEA (trastorno del espectro autista) es un trastorno de origen neurobiológico que afecta el comportamiento, la interacción social, la forma de expresarse y la manera en que se desarrolla el pensamiento.
Ansiedad, trastorno afectivo bipolar (TAB), trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), déficit cognitivo, entre otros, son algunos trastornos que pueden presentar las personas con TEA. A esto se le llama comorbilidad, es decir, poseer dos trastornos o más a la vez. Claro, no todas las personas autistas tienen esta condición; eso depende del nivel de autismo y las condiciones de su entorno.
Debido a las dificultades que poseen las personas que padecen esta enfermedad para expresarse es difícil realizar un diagnóstico, además de la línea existente entre las condiciones propias del autismo y su semejanza con algunos rasgos de ciertos trastornos. No obstante, es necesario determinar si una persona tiene más trastornos asociados al TEA, debido a que la presencia de dos o más trastornos puede agravar el cuadro clínico, por lo cual es importante desarrollar un modelo de intervención de acuerdo con sus especificidades y necesidades.
Pero, ¿qué son estos trastornos?, ¿de qué tratan?, ¿cómo se manifiestan en los TEA?
Empecemos. La ansiedad se manifiesta de diferentes maneras en las personas con TEA, como: irritabilidad, alteración en la conducta, aumento de acciones repetitivas, entre otros. Al contrario de la ansiedad común, esta no empeora con la edad, sino que se mantiene estable.
Estos podrían ser algunos desencadenantes:
Aquí es importante saber qué tan cómodo se siente la persona en sus interacciones sociales y si desea tenerlas, con el fin de determinar su acercamiento o no hacia la ansiedad social.
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), en varias ocasiones, es confundido con el diagnóstico de TEA, pues los rituales autistas poseen comportamientos repetitivos y perfeccionistas iguales a los del TOC. Por eso, es fundamental una buena evaluación y diagnóstico, con el fin de determinar si una persona posee ambos trastornos o solo uno.
Las conductas repetitivas en los TOC son molestas. Por el contrario, para las personas autistas no necesariamente esas acciones son incómodas, de hecho, hay que recordar que les gustan las normas y las rutinas.
El trastorno bipolar, según estudios realizados, hay una tasa de un 8% en niños, niñas y adolescentes con TEA. Para entender este trastorno podemos hacer una comparación con una montaña rusa: cuando se está en la cima, se está en la fase maníaca, donde todos los pensamientos y sentimientos son elevados y potenciados; y cuando se llega a lo más bajo, se está en la fase depresiva, donde el ánimo cae a lo más bajo. De esa manera, una persona bipolar no se halla en un equilibrio, sino en un constante sube y baja.
Si el diagnóstico no es el adecuado, la medicación puede empeorar los síntomas de las personas con TEA, retrasando todo el proceso ya llevado a cabo.
Los indicios de depresión pueden ser muy variados, desde su falta de interés por temas en los que antes estaban obsesionados, la tristeza, hasta un comportamiento suicida. Si no hay una red de apoyo y la persona está pasando por una situación difícil, como el acoso escolar, es posible que intente terminar con su vida.
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en personas con autismo puede afectar su calidad de vida, tanto por su salud como por las alteraciones en la conducta (como rabietas y cuadros depresivos), las cuales pueden alterar su entorno familiar y escolar, y la forma cómo se relacionan con ellas.
Las características principales del TDAH son dificultad en prestar atención, dificultad para controlar sus impulsos y ser más activos que el promedio.
El déficit cognitivo se puede ver reflejado en las dificultades de aprendizaje, por ejemplo, en la resolución de problemas o la comprensión de ideas complejas. Su diagnóstico se basa en un coeficiente intelectual (una medida de inteligencia) de 70 o menos, siendo un rango de 90 a 109 una inteligencia promedio.
El deterioro del lenguaje no tiene que ver con dificultades médicas, sino con la dificultad que una persona con TEA presenta a la hora de expresarse, teniendo en cuenta su grado de autismo. Por esta razón, algunos niños, niñas y adolescentes presentan un amplio vocabulario, mientras que otros no terminan por desarrollar todo su lenguaje, así como también no logran entender las expresiones corporales (lenguaje no verbal). Esto genera problemas de comunicación con el entorno.
La dispraxia consiste en la dificultad en el aprendizaje de habilidades motoras como andar en bicicleta, abrir recipientes, e incluso, el equilibrio. Aquí es muy importante la participación del terapeuta y su disposición a compartir espacio y tiempo con los niños, con el fin de observar y reconocer cuáles son las habilidades y las deficiencias de estos.
Por último, la catatonia. No se trata de un trastorno psicológico sino de un diagnóstico médico, en el que se presentan dificultades con la movilidad del cuerpo. Algunos de sus síntomas son: estupor, donde la persona no es capaz de realizar movimientos espontáneos; catalepsia, es decir, una parálisis corporal momentánea; flexibilidad cérea, en la que hay una disminución de las respuestas a los estímulos externos; mutismo, donde la persona no habla; manierismo, un exceso o exageración de los movimientos; muecas; movimientos repetitivos; entre otros.
Estos son algunos de los trastornos que una persona con autismo podría presentar, por eso es de vital importancia tener una red de apoyo: familia, colegio y amigos que ayuden en el proceso, poseer una intervención interdisciplinaria: desde la medicina, la psiquiatría, la psicología, fonoaudiología y la neuropsicología, con el fin de tener un diagnóstico más certero que tenga como resultado un mejor tratamiento y pronóstico.
Por: Yéssica Tuberquia Agudelo
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